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viernes, 26 de abril de 2013

Conocí a Magdalena...

... en septiembre de 1977. Llegué a Albolote como maestra  y coincidimos en el mismo nivel, le daba inglés a los alumnos de mi tutoría. Mi primera impresión fue de una maestra muy entregada, con las ideas claras y siempre dispuesta a ayudar a los que llegábamos despistados. Pero no fue hasta el mes de mayo en una huelga de maestros, donde empezamos nuestra gran y profunda amistad. Pronto se iniciaron las confidencias, ella hablaba de su padre. Enseguida noté la lucha interior que mantenía entre la formación recibida en el colegio franquista donde se había educado y el ideal republicano por el que murió su padre. Ya había fallecido su tío Manolo, él le dejó una huella profunda, porque se sentía comprendida por él. Le contestaba a sus preguntas, no intentaba convencerla de nada, pero le aconsejaba sobre libros que podían orientarla.

Desde entonces ¡cuántas conversaciones, películas, conferencias, libros, y viajes a Guadix! Me acuerdo de uno muy curioso, fuimos buscando a un señor que había escrito un libro "Mi cesta de mimbre"; él, siendo niño vendía tortas a las personas que hacían cola para entregar la comida a sus familiares que estaban presos en la ermita de San Antón.
Encontramos su casa, pero el señor había muerto hacía una semana. Compró el libro a su mujer y nos fuimos con una pequeña frustración. Le hubiera gustado hablar con él para preguntarle todo lo que sabía de aquellos momentos. Seguramente hubiera conocido a su padre. Leyendo el libro pudo comprobar que las escenas que describe eran las mismas que había contemplado aquella niña de seis años.

Otro momento importante fue cuando apareció la asociación de la Memoria Histórica: ella fue una de las primeras socias. Desde ese momento ya no paró en ese deseo de reivindicar la figura de su padre. No podía aceptar que no estuviera su nombre allí donde estaba enterrado. Ha ido trabajando poco a poco, con mucha paciencia pero sin desalentarse ni un momento. No podía entender que en cuarenta años no la dejaran llorar libremente a su padre y que ahora digan que "querer dignificarlo" es abrir nuevamente las heridas. Entonces, ¿cuándo era el momento de todas estas criaturas? ¿Tenían que pasar a la historia como seres anónimos...? Pero llegó este 14 de abril. En ese acto tan sencillo pero tan digno, donde Magdalena leyendo en público "Carta a mi padre y a todos los que yacen bajo esta tierra que pisamos" nos llegó a lo más hondo de nuestro corazón y fuimos conscientes de que por fin estaba reivindicando la figura de su padre.

En estos últimos días he visto cómo nos paraban algunos conocidos para decirle "te he visto en televisión o en el periódico". Ella contestaba: "Sí, estaba en un homenaje a mi padre". Ha llegado a decir "he reivindicado a mi padre, ya puedo morir tranquila". Pero no. Ella tiene otra meta. Hay que subir aún otro escalón. Hay que luchar por la anulación de las ilegítimas sentencias de los juicios sumarísimos.
Su madre le decía: "eres igual que tu padre". Para ella, el mejor piropo que le hayan dedicado en su vida.

¡GRACIAS por todo lo vivido!

Mercedes Bertos,   26 abril 2013.

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